Gracias a la
democracia, a la economía de mercado y las nuevas tecnologías, gozamos de la
oportunidad de decidir a cada instante que rumbo tomar en nuestras vidas. La
multitud de decisiones y elecciones que llevamos a cabo a lo largo del día son
enormes, lo que demuestra que somos aparentemente, dueños de nuestra propia
situación de vida.
Pero la libertad
como persona guarda otra dimensión mucho más relevante y necesaria para
considerarnos plenamente libres. Es la libertad ética de nuestras conductas y
decisiones
Para ser realmente
libres, en el más amplio de los sentidos, para no vernos sometidos a presiones
e intereses de terceros que puedan influir en nuestras elecciones, es
fundamental tener presente nuestra libertad interior, la de los valores y
conductas que guían nuestros comportamientos. La libertad
interior, la de nuestro yo más profundo que queda dividida en subjetiva y objetiva:
La subjetiva,
entendida como el conjunto de valores y rasgos de la personalidad que permiten
tomar decisiones en función de los riesgos y beneficios, como la valentía y la
integridad. Por ejemplo, si eres
conocedor de una información que debes revelar por el bien común, pero que
puede tener consecuencias negativas para ti (ya sean físicas, emocionales,
profesionales etc), ¿tendrás la
suficiente valentía para ejercer la libertad de divulgarlo? Hace pocos días un
periodista griego hizo pública una lista de los evasores fiscales de su país.
Era conocedor de los riesgos y beneficios de la acción que iba a emprender, y
gracias a sus firmes valores éticos y morales tomo la decisión como ser
interiormente libre.
La objetiva:
factores externos que condicionan nuestra libertad, fundamentalmente el
económico. Es importante cuidar nuestro nivel de endeudamiento, nuestros ahorros,
en definitiva vivir con cierto margen que nos permita ser económicamente
independientes de posibles coacciones para no vernos arrojados a tomar
decisiones no éticas con tal de mantener la fuente de ingresos de la que dependemos.
El motor del capitalismo
es el consumo a crédito, compra hoy,
paga mañana. Su naturaleza parece en sí misma paradójica: por un lado nos hace
más libres al tener la oportunidad de adquirir todo tipo de bienes y servicios
incluso sin poder pagarlos al contado; por otro, más esclavos por la
subordinación a las fuentes de crédito que mantienen nuestro nivel de vida. Las
familias consumen y adquieren bienes con un dinero que no poseen, se endeudan y
se vuelven dependientes de otros. Es el problema principal y unos de los
peligros del deterioro de los valores éticos de la sociedad española. Personas
abocadas a tomar decisiones no deseables ordenadas por personas o entidades de
las cuales se han hecho dependientes.
En el mundo
empresarial estas prácticas son comunes, pero se han visto acentuadas en
tiempos de crisis por el miedo y la dependencia que los trabajadores tienen de su
empleo.
Empresarios, sabedores
de esta situación, llevan a los trabajadores a extremos que superan lo ético,
como trabajar 12 horas diarias,
obligarles a realizar prácticas ilegitimas e incluso ilegales, con la amenaza
de despedirlos, contratos laborales precarios etc.
Los comerciales de
cajas y bancos, que vendieron productos financieros de alto riesgo como
instrumentos de ahorro a clientes que
desconocían de que se trataban, en que fallaron? Carecerían de la suficiente
integridad moral y valentía para decir basta,
habían tornado sus vidas dependientes de ese empleo? O simplemente no
tenían escrúpulos y realizaron esas acciones de modo consciente y libre desde
el punto de vista ético?
¿Las mujeres
españolas, son libres para ser madres, a la edad que quieran y en el momento
que quieran, o temen quedarse fuera del
mercado laboral durante un tiempo y luego no poder volverse a incorporar?
La alta tasa de
desempleo y el fuerte endeudamiento de las familias corrompen los valores de la
sociedad.
Que los ciudadanos españoles consideremos hoy en día el trabajo como
un privilegio y no como un derecho muestras claramente la situación dramática y
de subordinación en la que nos encontramos.
Si tu jefe mañana
te ordena que realices una acción que va claramente en contra de tus
convicciones éticas, te sentirás libre para decir NO, con todas las consecuencias
que eso conlleva?
¿Podemos afirmar en
este contexto, que somos los nuevos esclavos del siglo XXI?
“La
desobediencia es el verdadero fundamento de la libertad. Los obedientes deben
ser esclavos”